lunes, 7 de febrero de 2011

Tengo algo que decir. ¿Por qué no lo digo, si estoy en una revolución?

Se insiste en creer que hay buenos y malos, y en esa disyuntiva, se activan las más descabelladas teorías sobre la manera de decir, informar o comunicar; en ese marco se cree por ejemplo, que hay una ética de los periodistas, como si tal hecho fuera cierto, como si fueran personas independientes de la dinámica de la lucha de clases, en donde la ética es la que la cultura impone y no la que desean los individuos o las profesiones que estos ejercen; en estos tiempos se impone como verdad, la falacia de que la ética, es de profesión y no de la cultura productiva dictatorial que siempre ha generado la conciencia de la gente.

Esa misma idea crea la ilusión en los pobres, de que como no aparecemos en los medios, de ninguna de las formas deseadas, inmediatamente se dice que hay ausencia de contenido, una cosa es que nosotros no aparezcamos como deseamos en la conciencia colectiva y otra muy distinta, que los mensajes en los medios que expresan a los dueños, no estén cargados de contenidos. Lo que ocurre es que esos son sus intereses y no los nuestros, y para eso es que ellos usan sus medios, para transmitir sus mensajes; por tanto, la llamada falta de contenido en los medios es una idea fantasma de quienes creen en la imparcialidad o neutralidad de los mismos, como si estos no tuvieran dueños, con necesidades muy concretas y ganancias muy precisas o muy jugosas.

Quienes deseamos que el mundo sea otra cultura, debemos inventar los medios que puedan transmitir sin traumas el mensaje exacto de esa otra cultura o usar los medios actuales, previendo en el tiempo, los distintos planos en los que se desenvuelve una revolución, (con la conciencia de que esos medios deben ser abandonados hasta tanto se cumpla el plano en que su uso es necesario) pero lo que no podemos seguir, es con el lloriqueo ignorante, de que los medios deben ser imparciales, cómo si cuando Bolívar trajo la imprenta para sacar el Correo del Orinoco, estaba pensando en prestársela a Morillo para que éste escribiera sus encendidas proclamas contra los patriotas. Dejémonos de guevonadas. Inventemos nuestra comunicación, estudiemos las claves que a diario y en toda nuestra historia hemos emitido como pueblo; los ejemplos son muchísimos.

¿Qué tengo que decir? ¿Lo tengo?, esas interrogantes son básicas para comprender y actuar en los varios planos de la comunicación, en el proceso revolucionario. Por eso, dime con qué periodistas andas y te diré cuanto te incomunicas; porque en la revolución, los que estamos con el cambio no necesitamos periodistas, necesitamos personas que se comuniquen entre nosotros; que nos transmitan nuestros mensajes, no desde el altar de sus gremios, en donde negocian los sudores de las mayorías.

Yo me organizo, luego te informo, que como te jodo, está bien.

Pero el nosotros, debemos preguntarnos ¿Por qué tú me informas? ¿No será mejor que hablemos? ¿Con qué se come eso que llaman información? Con: ¿Sordo, mudo, ciego, tapao o cerebro alcancía, de conocimiento rumiado por otros? La libertad de información de quienes tienen un medio, no es más que la esclavitud de quienes no lo tenemos.

Nosotros sabemos que el patrón nos informa siempre dos cosas: que nos dejemos explotar y que luego le compremos el producto de ese robo-crimen, con alegría de Sábado Sensacional; es decir, Polar somos todos, pero con los culos de mis curas no te metas, porque te mato, si no que lo digan los millones de obreros y campesinos que en el mundo han muerto por nada más pedir un pedazo de tierra o exigir un salario digno; por esa simple pendejada, cómo no van arrecharse, si les dicen que su costumbre de mandar está en peligro, si la manera de ganar sin invertir, está en pico de zamuro.

Yo te informo, tú escuchas, hueles y si te da la gana lo crees o no. De todas maneras como dueño yo tengo la razón y eso es lo que importa.

La comunicación al parecer es un acto mágico, producido por un pensamiento mágico, donde basta que quienes tienen el poder se manifiesten, y ya está la comunicación, los nosotros no importa.

En los albores del miedo, el hambre y la ignorancia humana, la invención de los dioses fue usada por los dueños para justificar su crimenrobo; la información fue convertida en comunicación, la excepción en totalidad, la ética rapiña en honestidad, pero siempre, desde los profetas, pasando por la ciencia, hasta los periodistas; la vida en su totalidad ha sido explotada por los dueños, sustentados en el poderío de las armas. Dejando como herencia la histórica tragedia de la lucha de clases.

hablandoescuchandoabrazandomirandobesandoentretodos?

Esa, entonces es otra ética, la de la cultura colectiva; la que no es necesaria vender o someter a juicio, la que podemos expresar sin temor al qué dirán, la que volveremos costumbre, la que será norma desde lo íntimo sin contradicción con el afuera, porque el afuera también será el nosotros que, no puede ser dañado, sin dañar el adentro. En esta ética hablaremos claro, cumpliremos, es una manera de decir y decirnos, donde todos confiemos en el cuerpo del otro porque hablamos desde el nosotros, porque hablamos y nos tocamos y nos emocionemos sin instituciones intermediando.

En el mundo del poder, hablamos de institución a institución, porque nadie confía en nadie y con toda razón, desde el poder el engaño es un cotidiano.

De aquí que nunca más hablar fuera de nosotros, porque no se trata de convertirnos, de llenar de nuevo el cuerpo, con conceptos, se trata de desconceptuar, de ser y ser, es nuestra discusión, no necesitamos ser nombrados, ya somos, partiendo de lo que somos, decidir que ser y con quien ser.

Esta conversa es subterránea, es de los adentros, debe ser individual y con los juntos, sin el disfraz, sin la careta; con la desnudez por todos los lados, ir por otros caminos, los de los encuentros, los convergentes, los cercanos, los que juntan, los que comparten sin dolor, los que se buscan y ayudan; no para quedarse en la cultura capitalista, sino para salir de ella.

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