lunes, 7 de febrero de 2011

Aclaratoria (y advertencia)

Antes de ser escrito, este libro fue hablado, conversado, discutido. Es decir, no es esa clase de libros tradicionales que pasaban directo de la mente enferma de un autor enfermo (de individualismo) al papel. Nada de eso: este libro pasó por varias mentes enfermas, de allí a varias lenguas viperinas, luego a un grabador digital, más tarde a una computadora, posteriormente a un asunto misterioso llamado fotolito y luego al papel. Pero ahorrémonos unos cuantos pasos y concretemos para ir a la verdad de la gestación de estos materiales: buena parte de ellos fue producto de discusiones y conversas, al borde o en el centro de parrandas y reuniones, y al final convertido en libro. Digamos que es un libro hablado y conversado, y que el trabajo editor de Ramón Mendoza, Adriana Sánchez, Matilde Mendoza, José Roberto Duque, Yadira Ferrer, Anibal Tobón, Juan M. Mendoza, Marcos Cordero, Rafael Suarez, Gustavo Borges Revilla, Maroa reyes y Luis Cedeño le ha dado forma de libro convencional.

Respecto al título de esta especie de introducción, la advertencia tiene que ver con la forma, y la aclaratoria con el fondo. Advertencia: en vista de que muchos de estos trabajos provienen directo de la oralidad es natural que le hagan honor y concesiones al ritmo oral, al lenguaje oral, a los códigos orales de la conversa, el contrapunteo y el mano-a-mano. Usted se perderá aquí una parte importante de ese sabroso discurseo oral y presencial, compuesto de muchos gestos, muchas sensaciones, interrupciones, giros, alzadas de voz, miradas y señas, mentadas de madre y tal. Pero aquí atrapará usted la otra parte esencial de la conversa, que es el sentido de la palabra, la idea resumida y despojada de comentarios al margen y cortes comerciales. Puede que de pronto le parezca que hay unas comas que deberían ir, que hay un punto y seguido que no está, unas pausas y unas velocidades que no le cuadran COMO LECTOR. Cuando lleguen esos párrafos, no los lea: escúchelos. Entrómpelos como oyente y no como lector; este es, en muchos de sus pasajes, un libro para ser oído. Así que párele un poco menos a la ortografía y a las reglas de la sintaxis y toda esa mariquera academicista y seudosabia, relájese y comprenda que este libro está escrito en un idioma remotamente parecido al que trajeron para acá los europeos hace 500 años, pero que hoy no es exactamente “eso”. Esto no es castellano: es lengua de gentes en exploración de sus rebeldías.

Y la aclaratoria: la otra mitad “legible” de este libro es un compendio de artículos, reflexiones, propuestas, construcciones y provocaciones de El Cayapo, así que no se extrañe si de pronto le pasa el ojo a unas líneas y una vocesita adentro le indica “Epa, esta verga la leí yo antes”; lo que pasa es que muchos materiales aparecieron antes en el periódico ese horroroso que uno puede desdoblar pero no volver a doblar. Es, en cierta forma, un auto-plagio, y va que chuta porque todas las obras del “saber universal”, la historia del pensamiento y toda esa paja enciclopédica son también plagios, pero no auto-plagios como este sino robos descarados de la gente “culta” en contra de soñadores y poetas pobres y anónimos.

Una vez usted comprende que las ideas no tienen dueño (allá los que creen en derechos de autor y criterios de autoridad) ya le será más fácil asimilar que la cultura, los saberes e ignorares no tienen precio, no se compran ni se venden, no son una mercancía.

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