lunes, 7 de febrero de 2011

Desaparición de las clases

Las clases deben desaparecer condición obligante si se quiere construir otra cultura, ellas desaparecen en la medida en que se abrazan en la confrontación, se funden y se destruyen. Eso incluye sus valores, sus creencias, sus manifestaciones artísticas, sus modos, usos y costumbres. En medio de esa confrontación, va naciendo el hecho intelectual que cuestionando las prácticas sociales de la cultura, se interroga sobre lo por venir, por ejemplo ya no es posible que este hecho intelectual sea igual a como se prefiguró la cultura capitalista, desde el individuo egoísta, sino que la práctica indica que la heroicidad, el martirio, los sacrificios, están en los actos colectivos,(si es que deben ocurrir) por tanto, eso se tornará costumbre en el cuerpo social y se convertirá en cultura.

Algunas claves de este tiempo revolucionario nos hacen adelantar tal hipótesis por ejemplo lo sucedido el 27 y 28 de febrero de 1989 cuando por primera vez en la historia humana, sin que nadie (me refiero a líder, organización política, religiosa, ideológica, social) se colocará al frente del más vigoroso acto sublevatorio contra los iconos o fetiches del capitalismo, tal y como lo hicimos desde la absoluta soledad y orfandad el pueblo venezolano, por cuanto fuimos sometido a toda clase de insultos, crímenes, vejámenes por intelectuales, artistas, políticos, religiosos, informadores de oficio, fabricadores de noticias, historiadores, empresarios, clases poderosas, clase media, gremios, quien diga que no lo hizo, como siempre ocupará las páginas de la excepción que validan la regla. Debemos analizar, ¿cómo fue posible este acuerdo? ¿Qué desprendimiento o desgarramiento hizo posible la desobediencia? Sobre todo, cuando se daba por sentado el reinado definitivo del capitalismo en el mundo total, (se habían conquistado los mercados de China, Rusia y los países del este europeo; celebrado hasta en la literatura de la época, (El Fin de la Historia; Francis Fukuyama) Sólo la miseria del fracasado le dará padrinazgo a este hecho, por el que debemos, insisto, interrogarnos, ¿Muerte de un sistema productivo? ¿Maduración de las condiciones objetivas y subjetivas desde las entrañas sociales, sin que ideología o ambición poderosa alguna motive la insurgencia? ¿Pérdida de los iconos éticos ideológicos que nos conectaban al aparato productivo, contra el cual atentamos y nos separamos? Porque es claro que la sedición no fue solamente contra un gobierno o un gobernante o una mala política gubernamental (recordemos que esto sucedió a días de la coronación de Carlos Andrés Pérez, el demagogo con más ascendencia en el seno del pueblo) Una segunda clave que refuerza la hipótesis es el cuatro de febrero de 1992, donde de nuevo desde las entrañas pobres del ejército burgués venezolano, nos insubordinamos y nos apoyamos instintivamente, desde los barrios, los campos, las fábricas, pero nuevamente fuimos condenados, excomulgados, por todo el orden establecido, incluidos sus opositores, de nuevo nos quedamos solos, pero esta vez, con una claridad, con una certeza de que estábamos bien en el camino escogido.

Otra clave, fueron todas la batallas electorales, donde acompañamos contra todo pronóstico las propuestas hechas por el presidente Chávez y ganamos en la única en la que hemos perdido fue cuando se intentó reformar la constitución, mientras nosotros veíamos lo favorable, la dirección, clase media, que supuestamente apoya la idea de cambiar, se asustó y vio en peligro, sus ilusorios intereses, conduciéndonos por abandono en la batalla, a la derrota. Otra clave, el doce, trece y catorce de abril del 2002, como en las anteriores veces, pareciera repetirse la historia pero en distintas circunstancias, volvimos a la calle, con un plan y un objetivo definido, presionar a las fuerzas golpistas para que entregaran al presidente; ambos objetivos logrados. Otra clave, cada vez que termina una batalla ganada, se inventa una forma de organización, en apariencia nueva, pero con el contenido de lo viejo a la que se nos obliga sutilmente conformar; nunca hemos dicho que no, pero siempre su práctica nos devuelve a la realengura, porque repite lo que nos niega, la dirección verticalizada, la orden a ciegas, la obligatoriedad de aprender y repetir ideologías, la imposición de dirigentes, la conceptualidad de lo de arriba como indiscutible, y lo de abajo como obediencia ciega, característica de todas las formas de organización burguesas.

En raíz, todas las claves la constante es una aparente desorganización, un sin sentido en los planes, un negarse a la organización tradicional, pero los resultados siempre nos son favorables, es tiempo tal vez de buscarse en esas claves, porque las teorías anteriores no explican este hecho, no explican lo que ocurre, la clase media instruida paga y busca en la intelectualidad foránea las respuestas que solamente podemos dar nosotros como colectivo, para eso debemos cambiar la concepción de lo que es una revolución, quién la dirige, cómo se desarrolla, hacia dónde marcha, nos marcha, marchamos si es que eso ocurre, porque puede estar ocurriendo, que no vamos a ninguna parte, sino que es necesario quedarse, sembrarse, echar raíces.


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